Salí de Bombay por la mañana temprano. Las tres horas de trayecto en tren a través del norte de los Ghats occidentales fueron uno de los viajes más hermosos que he realizado nunca. Mi destino era el Decán, uno de los paisajes de meseta más extensos y antiguos del mundo, que cubre la mayor parte de la India peninsular.
El tren llegó a la ciudad de Pune, donde me encontré con mi amigo y naturalista Vedant Thite. Directamente pusimos rumbo a las praderas. Era mi primera vez en la región del Decán y no tenía ni idea de qué esperar. ¡El viaje había comenzado!
COMIENZA EL VIAJE…
#SEETHEUNSEEN
Al principio, lo único que podía ver eran los habituales grandes restaurantes y tiendas que bordean las carreteras de la India. Pero pronto dieron paso a onduladas praderas, de un verde exuberante gracias a las lluvias monzónicas de principios de mes. Había grandes rebaños de ovejas pastoreados por sabuesos nativos y sus amos, pastores nómadas de la comunidad Dhangar.
Las llanuras abiertas estaban salpicadas de perdicillas argundás (Perdicula argoondah), avefrías malabares (Vanellus malabaricus) y corredores indios (Cursorius coromandelicus). Entre las rocas había una pequeña bandada de escribanos estriados (Emberiza striolata) , un ave muy parecida al extendido escribano de Stewart (Emberiza stewarti). Conseguimos obtener buenas vistas de todas estas aves antes de que se dispersaran de repente para buscar refugio. No tardamos en encontrar al causante de la desbandada. Una pareja de águilas perdiceras (Aquila fasciata) había despegado de una loma cercana y volaba en círculos sobre nosotros para darse un festín matutino.
Seguimos nuestro camino a lo largo de un antiguo canal de riego. La presencia de agua, los acantilados y los árboles colgantes lo convirtieron en un lugar ideal para encontrar grandes bandadas de tejedores baya (Ploceus philippinus) , unas bolitas de color amarillo ocupadas en tejer sus elaborados nidos. Según pasábamos, incluso vimos un búho real indio solitario (Bubo bengalensis) mirándonos fijamente desde uno de los muros del canal con una mirada penetrante.
LAS PRIMERAS AVES DE LA PRADERA
Nos desviamos de la autopista para adentrarnos en un paisaje ondulado con tierras de cultivo, rocas y, por supuesto, praderas. Las cogujadas de Sykes (Galerida deva) cantaban en todas las copas prominentes de los alrededores. Cuando nos acercamos, despegaron con un destello anaranjado. Las llamadas de la codorniz coromandélica (Coturnix coromandelica) eran constantes, sobre todo en los alrededores de los campos de cultivo. Incluso pudimos ver a una que se erguía en su típica pose vertical y llamaba hacia el cielo para atraer a una pareja adecuada.
Seguimos nuestro camino a lo largo de un antiguo canal de riego. La presencia de agua, los acantilados y los árboles colgantes lo convirtieron en un lugar ideal para encontrar grandes bandadas de tejedores baya (Ploceus philippinus) , unas bolitas de color amarillo ocupadas en tejer sus elaborados nidos. Según pasábamos, incluso vimos un búho real indio solitario (Bubo bengalensis) mirándonos fijamente desde uno de los muros del canal con una mirada penetrante.
OBSERVANDO UNA MANADA DE LOBOS
Nos adentramos más en este reino de praderas para encontrar nuestros primeros mamíferos. Vedant había estado siguiendo a una manada de lobos (12 ejemplares) en esta zona. Ver una manada no es habitual, ya que casi siempre se los ve en solitario o en parejas. Y lo sorprendente fue que se pasaron el día buscando refugio entre los campos de caña de azúcar que habían invadido gran parte de estas praderas.
Aparcamos al borde de un claro y escudriñamos los alrededores con nuestros binoculares. En pocos segundos divisamos dos lobos subadultos. Su complexión estrecha y sus caracteres faciales inmaduros eran claros indicadores de su edad. Parecía que se estaban alimentando de codornices. Durante el día, eran bastante activos, a pesar de estar en un entorno dominado por los humanos. Poco a poco, empezamos a notar que salían más lobos del muro natural que formaban las cañas de azúcar, mirándonos con lo que podría ser mera curiosidad. Incluso algunos se acercaron a nosotros y se instalaron bastante cerca del vehículo.
Poco después, salió la hembra alfa y todos los jóvenes corrieron hacia ella. Intercambiaron empujones faciales, lametones y roces corporales. Y con la misma rapidez con la que llegó, condujo a la manada de vuelta a la cobertura que ofrecía el alto cultivo. Fue increíble.
Llevábamos en marcha desde la mañana. Nos detuvimos para un rápido almuerzo con una comida tradicional del norte del Decán y continuamos hacia otra zona de pastizales.
EN BUSCA DE UNA HIENA RAYADA
Vedant había organizado para nosotros un encuentro con un pastor local y rastreador de fauna silvestre por pasión. Había encontrado la guarida de una hiena rayada. Estos mamíferos son carroñeros solitarios que, a diferencia de las hienas manchadas de África, llevan una vida nocturna y reservada. Para poder ver una a la luz del día es necesario contar con un conocimiento intrincado de sus guaridas y patrones de movimiento.
Seguimos a nuestro guía a pie hacia la cima de una colina rocosa. Las prinias y los minivetes ventriblancos entraban y salían de los arbustos bajos a nuestro alrededor, cantando con fuerza, sin dejarse intimidar por los fríos vientos del monzón. Durante el paseo nos contó historias de leopardos, lobos, hienas y jabalíes con los que se había cruzado en sus caminatas diarias. ¿Quién se imaginaría que había grandes felinos en este paisaje abierto sin árboles? ¿Estaban de paso? ¿O era el resultado de la rápida repoblación forestal y del cultivo de la caña de azúcar? Quizás, simplemente, se habían adaptado a este mundo. Llegamos a la cima cavilando sobre estos pensamientos.
Nuestro guía nos pidió que nos sentáramos en un punto concreto, frente a un amplio valle. El sol se ponía lentamente a nuestras espaldas. Durante dos horas, observando el paisaje con nuestros binoculares NL Pure, captando cada detalle a pesar de la escasa luz, no parecía que hubiera nada.
De repente, algo se movió debajo de nosotros y nuestro rastreador señaló un saliente. Una gran cabeza nos miraba directamente. Erar una joven macho de hiena rayada. Caminaba despreocupadamente, olfateando, volviéndose para mirarnos cada pocos segundos. Cruzó todo el paisaje con una mezcla de paseos, trotes y galopes. Cuando los perros asilvestrados y los aldeanos estaban cerca, se escondía detrás de las rocas. Observamos toda la escena desde nuestra posición elevada. El “burro-tigre”, como denominan los locales a la hiena, nos cautivó desde que nos miró a unos metros de distancia hasta el momento en que desapareció por detrás de una amplia cresta de pastizales. Un animal tan hermoso, pero incomprendido, y cuyo número se reduce preocupantemente como daño colateral de los rápidos cambios en su territorio.
CULMINAR EL VIAJE CON UN MARAVILLOSO PASEO NOCTURNO
Culminamos el brillante día con un breve paseo nocturno en el que nos cruzamos con zorros, geckos y serpientes, otro miembro clave de la fauna de las praderas. Lo más destacado fue encontrarnos al leopardo menos conocido de la India, lo que podría considerarse uno de los miembros de los cinco pequeños de la India: el gecko leopardo de la India occidental. Un gran lagarto con un bello patrón y una cola gorda, que se camuflaba con las rocas cubiertas de líquenes.
Llegamos a la casa de Vedant, en la ciudad de Pune, a medianoche, agotados después de un extenuante y largo día.
SOBRE EL AUTOR:
VEDANT THITE
Naturalista polifacético, Vedant ha vivido siempre cerca de la naturaleza y su pasión ha introducido a cientos de personas en la belleza de las zonas más silvestres de la India. Lleva 14 años en el ámbito de la conservación, la investigación y el turismo responsable y ha contribuido a múltiples estudios sobre la biodiversidad y el comportamiento de los animales. Tras 7 años como naturalista jefe en SUJAN JAWAI, Vedant ofrece ahora excursiones personalizadas como guía a empresas de viajes, grupos y particulares que quieran vivir una experiencia profunda, pero lujosa, de la rica flora y fauna de la India.
SOBRE EL AUTOR:
SURYA RAMACHANDRAN
Surya Ramachandran es un ingeniero de la ciudad de Chennai, al sur de la India, que más tarde persiguió su pasión por la naturaleza. Su viaje por la selva, que comenzó en los bosques de Satpura en Forsyths, empezó como becario para luego convertirse en naturalista a tiempo completo. Actualmente trabaja organizando tours de vida silvestre en destinos recónditos y en la creación de alojamientos y experiencias de vida silvestre en Ladakh, en el Transhimalaya, con el leopardo de las nieves y otra fauna menor presente allí como objetivo.