Ningún hombre es una isla, como decía el poeta John Donne, pero muchos humanos viven en islas, normalmente en detrimento de la fauna que las habitan. Pensemos en los desaparecidos tigre de Tasmania, el pájaro dodo o la moa de Nueva Zelanda. Extintos por una combinación de caza no regulada, destrucción del hábitat y competencia con los animales domésticos introducidos por el ser humano. Pero no es el caso del axis de Lanai. No se pretende extinguirlos, se les da caza por una cuestión de salud medioambiental.
Recientemente, mi mujer y yo fuimos a cazar axis de Lanai. Observamos cómo sus formas moteadas y astadas surgían y se sumergían en la niebla, desaparecían y reaparecían mientras ramoneaban y pastaban por las vastas y disecadas llanuras verdes de la isla habitada más pequeña de Hawái. “La cresta más alejada”, dije, sin mover mis binoculares. “Están subiendo a través de la maleza”.
“Los tengo”, confirmó nuestro guía Alec. “Son dos más de los que había visto”. Los ciervos eran siluetas que se perdían entre la niebla matutina, metamorfoseándose del gris al naranja cuando el sol quemaba el vapor que surgía de la lluvia de la noche.
“Veo dos machos peleando”, informó Elizabeth. “Deberíamos ir tras ellos”. Encorvados, caminando como un pato y arrastrándonos, acechamos y nos deslizamos dentro de la distancia de disparo seguro, pero no antes de encontrarnos con otra media docena de ciervos que habían estado forrajeando fuera de nuestra vista, en un pequeño matorral. Afortunadamente, se alejaron de nuestras presas, sin molestarlas.
“Si llegamos a ese arbusto deberíamos poder disparar”, estimó Alec. Se puso en cabeza, Elizabeth le siguió y yo me puse en la retaguardia con mi cámara. Las puntas de las astas del macho elegido bailaban detrás del verdor cuando mi esposa se colocó, con el arma firme sobre un delgado bípode portátil. Esperamos. Una cierva, tres hembras más y cuatro cervatillos se adentraron en el claro, arrancando hierbas y acercándose cada vez más. Si el macho no se quedaba despejado pronto, la manada se adentraría en nuestro cono de olor y se percatarían de nuestra presencia. “¡Aquí viene!” siseó Alec. “Ahí está su cabeza. Espera a que su hombro quede despejado”. Lo hizo y Elizabeth disparó. Habíamos concluido el primer paso para llevar a nuestra mesa lo que muchos consideran el venado más delicioso del mundo.
Después de muestrear nuestro primer macho, mi mujer y yo acechamos y abatimos a otro más y dos hembras. Nuestro guía llevó las presas a un carnicero especializado de la ciudad de Lanai, quien las despellejó, las curó y las cortó en filetes, chuletas y piezas para asados. Llevamos los cortes a Maui para compartirlos con nuestros amigos, y luego llevamos el resto de la carne a casa en una caja estándar para pescado de una aerolínea.
El viaje de caza fue organizado por High Adventure Company: highadventurecompany.com
¿Quiere saber más sobre el concepto de caza sostenible del axis en Lanai?
Lea la segunda parte de nuestro artículo:
GUÍA BÁSICA DE LANAI:
Mientras que Oahu, Maui y Hawái (la Isla Grande) han sido islas vacacionales desde al menos 1778 (cuando el explorador británico y capitán James Cook desembarcó en ellas), Lanai acaba de unirse al club. El recién remodelado Four Seasons Resort and Lodge, cerca de la histórica bahía de Hulopoe, y el renovado e histórico Hotel Lanai, cercano al centro de la ciudad de Lanai, son las bases desde las que explorar esta pequeña y poco concurrida isla en la que se hacen realidad los sueños de disfrutar de unas vacaciones poco estresantes.
Además de acechar a los 30.000 ciervos moteados de la isla, los cazadores también pueden acechar a los muflones salvajes. O depurar sus habilidades en los campos de tiro deportivo, tiro con arco, pistola y rifle con blancos a distancias de hasta 1.143 metros.
Pero Lanai ofrece mucho más que deportes de tiro. Los veraneantes pueden recorrer 644 kilómetros de senderos naturales, no mejorados. Haga senderismo, monte en bicicleta, monte a caballo o alquile un 4x4 y explore las maravillas naturales y lugares históricos como las ruinas de la aldea de Kaunolu, de 600 años de antigüedad, y los petroglifos en los acantilados situados sobre la bahía de Kaunolu. O siga la estela de los antiguos isleños y pesque en las mismas aguas profundas donde el que fuera Rey Kamehameha I solía pescar.
Si desea una vista panorámica, recorra los 21 kilómetros del sendero Munro a lo largo de la cresta de la isla hasta la cima del Lanaihale, de 1.027 metros, el volcán extinto que emergió del Pacífico para formar esta isla hace millones de años.
Más cerca del nivel del mar, podrá pasear por la costa hasta llegar a espectaculares paisajes marinos como Pu’u Pehe, la Roca de los amantes, donde podrá investigar las rocosas piscinas naturales del Pacífico. Meta los dedos de los pies en la suave arena de las playas donde descansan las tortugas marinas mientras los delfines patrullan justo al lado de la costa. Nade y bucee en las azules aguas de la bahía de Hulopoe. Para cambiar de aires, explore los pintorescos restaurantes y cafeterías de la histórica ciudad de Lanai. Aprenda su historia en el Centro de Cultura y Patrimonio de Lanai.
No olvide sus binoculares. Tanto en la ciudad de Lanai como volando por el interior de la isla, podrá observar aves exóticas introducidas procedentes de África, Brasil y Japón, además de especies autóctonas como el petrel hawaiano, en peligro de extinción. Los chorlitos dorados del Pacífico son comunes y tolerantes con la gente que les apunta con grandes lentes.